En la búsqueda de los hijos de puta…
La desnutrición infantil no solo se lleva vidas tempranas de niños que merecen vivir y crecer con dignidad, sino que también deja huellas imborrables en los sobrevivientes: cerebros con menos conexiones, cuerpos que no se desarrollan como deberían, memorias frágiles, inmunidades rotas y futuros truncados. Esas secuelas condenan a estos chicos a crecer en desventaja frente a quienes sí tuvieron un plato lleno desde la cuna. Es, sin dudas, una de las mayores y más perversas injusticias sociales.
Ahora bien, que quede claro: en un país como Argentina, que produce comida suficiente para alimentar a diez veces su población, si alguien tiene hambre es porque alguien lo está permitiendo. ¿Quiénes son esos “alguien”? ¿Dónde se esconden? Bien, los invito a un safari para descubrir a los hijos de puta responsables.
Los políticos de siempre
Comencemos por los más visibles: los funcionarios provinciales, en este caso los del gobierno de Chubut. Son maestros en el arte de mirar hacia otro lado mientras decenas de niños pasan hambre. Los escuchamos hablar de desnutrición solo cuando necesitan rellenar discursos o inaugurar alguna oficina con placas relucientes, pero cuando bajamos al barro de la realidad, solo encontramos programas vacíos, presupuestos que desaparecen y excusas recicladas. Sentados cómodamente en sus despachos, lejos de los barrios olvidados, manipulan estadísticas para convencerse (y convencernos) de que todo está bajo control. Pero claro, “si todo está bien, ¿a qué cambiar?”.
El Poder Legislativo y su siesta eterna
Pasemos a los legisladores provinciales y municipales, ¡no se quedan atrás! Entre selfies, viajes y sesiones cargadas de bostezos, muy pocos levantan la voz por los niños hambrientos. El resto simplemente sigue el ritmo de su inercia histórica: mirar el techo mientras todo se derrumba.
Los guardianes que no guardan nada
Hablemos ahora de los organismos de control: Fiscalía de Estado, Oficina Anticorrupción, Tribunal de Cuentas... todos ellos con nombres pomposos y cero resultados. Cuando hay que actuar, cuando hay que poner las cartas sobre la mesa y desenmascarar las tramas de abandono, la respuesta es el silencio. Esa pasividad también los convierte en grandes hijos de puta.
La Justicia que cierra los ojos
¿Y qué decir del Poder Judicial? ¿Cuántos jueces hacen oídos sordos a leyes como la Convención de los Derechos del Niño o la Ley Provincial 4743, que garantizan el derecho a una nutrición adecuada desde la concepción? Tal vez por miedo, tal vez por indiferencia, eligen no actuar. La consecuencia es que miles de chicos ven hipotecado su futuro sin que nadie toque el martillo de la justicia.
Los medios: compañía de silencios
No podemos dejar afuera a ciertos medios de comunicación. Algunos dueños prefieren el “pacto publicitario”: callar lo que incomoda y aplaudir lo que conviene. A cambio, reciben montos generosos disfrazados de “publicidad oficial”. Así, mientras el hambre crece, la realidad se oculta tras titulares bonitos y noticias maquilladas.
Mis colegas y el síndrome del silencio
Con pesar, también debo hablar de algunos de mis colegas en el ámbito de la Salud. Convertidos en burócratas cómodos, gestionan presupuestos enormes que se evaporan en salarios y burocracia, dejando migajas para lo realmente importante. Su silencio —o su complicidad— es un peso muerto que termina aplastando a los más vulnerables.
La foto de la provincia: niños que duelen
Mientras todos estos actores miran hacia otro lado, en Chubut crece el número de niños hambrientos. También hay adultos desnutridos, especialmente ancianos y mujeres embarazadas. Todo esto sucede en una provincia donde el 50% de la población vive en la pobreza y el 14% en la indigencia.
La desnutrición infantil es un crimen social y, además, una de las peores inversiones que puede hacer una sociedad. Un niño desnutrido hoy será un adulto sin oportunidades mañana. Si ese niño sobrevive, arrastrará problemas de salud que nos costarán mucho más como sociedad que haberle dado, a tiempo, un plato de comida y una oportunidad justa.
La bronca y la realidad
Hace dos años, en plena crisis, se eliminaron las partidas de leche para niños desnutridos, lactantes y embarazadas en los centros de salud. Leche, una medida tan simple como efectiva, desapareció de un plumazo. Imagino las razones: no da votos.
¿Por qué debería importarnos?
La desnutrición no solo duele: cuesta. Nos cuesta desarrollo humano, social y económico. Nos cuesta generaciones enteras que podrían haber sido médicos, científicos, maestros o deportistas. Pero sobre todo nos cuesta humanidad.
¿Qué podemos hacer? Denunciar, hablar, visibilizar y señalar a los responsables. Porque cuando el silencio es la norma, gritar la verdad se convierte en un acto revolucionario.
¿Y los hijos de puta? Ahí siguen, pero cada vez es más fácil encontrarlos.
Dr. Fernando Urbano. Presidente de la Fundación FUSSO.
Es hora de exigir justicia, acciones concretas y voluntad política. Los niños no pueden esperar.
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